Siempre he sentido que la vida me ha hecho poner el doble de esfuerzo en todo lo que hago, comparado con mis pares. Las cosas siempre me han costado un poco más, y creo que en parte es porque rara vez pido ayuda o busco una guía. En cambio, he ido trazando mi propio camino y abriéndome paso en mi destino.
Podría contar muchas anécdotas, pero solo compartiré una de las más recientes. Cuando ingresé a mi Maestría, tenía claro que quería trabajar desde el primer día. Por eso, intenté buscar un puesto dentro de la universidad. Sin embargo, varios profesores me explicaron que solo podían ofrecer posiciones de jornada completa, es decir, para personas que no fueran estudiantes.
Por una coincidencia inesperada, un profesor de Harvard me contactó en esos días. Había leído un trabajo mío y le impresionó que solo fuera un estudiante de maestría. Conversamos por correo electrónico, y al final me comentó que, en unas semanas, abriría una posición de asistente de investigación relacionada con el tema de ese paper (llamado The Shining Path of the Violence, por si es de interés) y me animó a aplicar.
Para mí, eso era un sueño hecho realidad. Aun así, fui sincero y le expliqué que no podía optar a un pre-doc porque ya estaba cursando mi maestría. El profesor, comprensivo, me ofreció la posibilidad de una posición a tiempo parcial. En ese momento, mis ojos brillaron de emoción y confirmé que postularía.
Las semanas pasaron, y un día recibí un correo del profesor: la posición ya estaba abierta. Apliqué, realicé una tarea de datos y pasé la entrevista. Me aceptaron, y estaba más que contento.
Una semana después, el Departamento de Recursos Humanos de Harvard me pidió mis datos personales para elaborar el contrato, el cual me llegó en pocos días. Sin embargo, aquí es donde la situación se complicó. Como actualmente tengo una visa de estudiante, la ley de inmigración de Estados Unidos prohíbe a los estudiantes trabajar fuera del campus durante el primer año, lo que significa que no puedo trabajar en instituciones ajenas a mi universidad.
No sabía de esta restricción hasta que subí el contrato a la Oficina de Estudiantes Internacionales. La directora de la oficina me escribió para informarme que, lamentablemente, no podían procesar la solicitud debido a esa normativa.
No me quedé de brazos cruzados; intenté explorar posibles soluciones, pero fue imposible. Básicamente, mis opciones laborales dependen de lo que permitan la universidad y la ley de migración.
Finalmente, resignado, tuve que escribir al profesor explicándole que, por las restricciones legales, no podía aceptar el contrato. Él, muy amable, lamentó lo ocurrido y me dijo que en el futuro podría haber otra oportunidad de colaborar. Sin embargo, yo personalmente dudo que una oportunidad como esta se repita.
Dicen que algunas oportunidades solo pasan una vez en la vida; espero que esta no haya sido una de ellas.
Que cosa más triste, esta clase de leguleyadas desaniman, sin embago, dicen que las cosas pasan por algo. Espero que obtengas buenas noticias pronto!!