Sobre los comentarios políticos en redes sociales
Nunca generé tantos anticuerpos como cuando empecé a expresar lo que pensaba, ya sea en redes como Twitter o Facebook, o en la vida real.
Procuro ser muy racional cuando comento algo, pero tampoco soy la persona más racional del mundo; suelo ser muy apasionado y emocional en muchos temas. Sin embargo, creo que cuando uno analiza los fenómenos sociales, estas pasiones contaminan los análisis.
Esta racionalidad, a su vez, hace que en ciertas conversaciones mis comentarios se vuelvan ácidos o controversiales frente a otros. Al venir de una universidad pública como San Marcos, y especialmente por ser San Marcos, muchos de mis compañeros son de centro y/o de izquierda.
No voy a negar que hace unos años tuve una especie de conversión, me di cuenta de que las posiciones de izquierda ya no iban acorde a lo que pensaba o a mis ideas. En los últimos años, en cierta forma, he sido criticado por opinar abiertamente en contra de algunas acciones de políticos de izquierda.
En el ambiente académico en el que me gustaría desarrollarme, muchos investigadores (incluidos aquellos que quieren hacer un doctorado o ya lo están haciendo) tienen ideas progresistas o de izquierda. Al conocerme antes de leerme, suelo llevarme bien con ellos, pero una vez que me leen, ya sea en Twitter o en conversaciones personales, noto un cierto distanciamiento.
Es curioso cómo, en un espacio que se supone promueve el pensamiento crítico y el intercambio de ideas, las diferencias políticas generan tantas tensiones. A veces me pregunto si no estamos perdiendo la oportunidad de enriquecernos mutuamente al escuchar y debatir con quienes no piensan igual. Después de todo, las mejores ideas no nacen en la comodidad del consenso, sino en el choque de perspectivas.
Al principio, no voy a negar que esto me afectaba, porque tuve que alejarme de personas con quienes había simpatía. Sin embargo, no toleraba sus comentarios pasivo-agresivos hacia mí. Hoy por hoy, ya he asumido el rol de que no seré del agrado de todos, y tiendo a ser más un enfant terrible. Prefiero seguir desarrollándome académicamente, ser sincero conmigo mismo y opinar desde mi perspectiva.
También debo reconocer que hay personas que, aunque no compartimos las mismas ideas, siempre me felicitan por alguna investigación publicada o algún mérito profesional que haya ganado. La estima es recíproca.
Por otro lado, están los que directamente no quieren conocerme, y no tienen que fingir simpatía si en alguna reunión, dado que el mundo académico y de las políticas públicas es muy pequeño, nos encontramos. Me parece respetable, y creo que dice más de ellos que fingir que les caigo bien y luego hablar sobre mi con otras personas.